Despejo
las ramas entrelazadas que dan forma al portón musgoso como piel de duende. La
húmeda aliseda me abre camino a un cosmos que puedo personalizar a mi antojo.
Piso la materia negra con mis pies descalzos y atrapo las estrellas fugaces con
mis labios. De ellas están hechas las bestias errabundas que celan la infinidad
de túneles en la cúspide de cada montaña de cristal. Subo corriendo escaleras
traslúcidas para alcanzar un sol plateado que me encandila y extendiendo mis líquidas
alas, vuelvo a lanzarme al vacío, rumbo a un sur impreciso. Absorbo el brillo
de las galaxias al darme un clavado al mar de la eternidad. Las olas son
viscosas y funcionan como capas interdimesionales. Al lograr sumergirme, mis
piernas se transforman en una cola de sirena que fulgura como la luna
creciente. Desciendo hasta un arrecife donde encuentro un libro cuyas páginas
son escamas de peces azulinos y llevan las runas del océano grabadas. Lo
reconozco; es mi grimorio, y este lugar, el origen.
Cada persona, sin importar su grado
de espiritualidad o escepticismo, posee un templo interior. Podemos tener
varios a la vez, sin embargo siempre habrá uno principal al que se conectan los
demás. ¿Pero qué es exactamente un templo interior? Conocido también como lugar
mágico, cuarto astral, sitio de poder, entre otros nombres llamativos, es el
espacio mental al que solemos ir a divagar cuando escuchamos música, cuando
meditamos, cuando no ponemos atención en clase o cuando simplemente no tenemos nada
que hacer y buscamos perdernos en algún recinto imaginario. Ésta podría ser la
explicación más sencilla, pero no podemos limitarlo sólo a lo mental. Recordemos
que también es una zona astral. Con esto me refiero a su naturaleza caótica y a
que podemos encontrarlo en sueños y trances completos o parciales. Así como tenemos
la habilidad de modificarlo a nuestro antojo, podemos también explorarlo y
descubrir sus enigmas, los cuales incluyen portales a otras realidades. Sin
embargo, es cien por ciento personal, así que sólo el poseedor es capaz tanto
de visitarlo como de alterarlo. Si no hubiera barreras físicas entre las
dimensiones, podríamos materializar estos mundos propios. Aunque hay quienes
tienen la esperanza de que eso suceda algún día cuando el universo vuelva a ser
caótico. Por otro lado, también podemos tener lugares mágicos físicos, no
obstante éstos funcionan dentro de los límites de lo terrenal, aunque podemos
utilizarlos como espacios de culto para realizar ritos especiales. Tanto
mentales como astrales o físicos, sirven para que nuestro cuerpo y espíritu
vaya a darse un descanso, recupere energías y se llene de sabiduría y poder. En
Viaje a Ixtlán de Carlos Castaneda, Don
Juan le dice al protagonista que cada partícula y cada ser vivo sobre el lugar
mágico es amigo de uno y está bajo su cuidado, asimismo todo esto cuida de uno.
Le explica que ahí es donde se reúne el poder que se ha cazado y que será donde
a su muerte le muestre su última danza que hablará sobre las batallas que ha
ganado y perdido, sobre alegrías y desconciertos, así como secretos y maravillas
que ha atesorado. Es el lugar donde eventos poderosos dejaron huella y acumuló
su poder personal. Expresa también que el lazo entre el guerrero y su lugar
mágico es tan fuerte y hermoso, que uno al morir busca su sitio porque es lo
que quiere ver por última vez antes de irse.
Una
breve descripción del mío he compartido. Cuéntame del tuyo.
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